martes, 22 de octubre de 2013

Es tu amor de azúcar maldito el que me engorda.

Hasta el más fuerte puede ser infinitamente derrotado, hasta el más débil puede esconder la bandera blanca. El amor es tan bonito cuando se controla… Cuando es un amor sano, que se dice. Hablando de sano, yo lo compararé con un cuerpo humano. Como esta gente que come grasas saturadas (siempre las más sabrosas, por cierto) y de pronto decide no comer. El amor es una especie de dieta equilibrada, hay que darle de comer (mucho o poco) pero siempre de forma equilibrada. Mucho verde, poco azúcar. Al fin y al cabo los azúcares te hacen disfrutar mucho pero a la larga, son lo peor. Mira, hay muchas chicas, por lo que yo sé, que se ilusionan fácilmente. Que lo que ya dije un día, les dan de comer grandes dulces a su imaginación.  Verán nenas que eso no está bien cuando encuentren un sapito que solo pida besos a conciencia. No importa, porque mientras esconderemos los errores y los envolveremos en papel de corazones o algo así. Así es como vienen los paquetes en los grandes y oscuros amores. Envueltos de bonito. Algo me dijeron (y no me acuerdo quien) que lo llevo clavado desde entonces y que compruebo cada vez que algo va mal: “Si lloras más que ríes, entonces no merece la pena.” 




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